Hay algunas cosas, pocas, que emocionan al más pintado.
Recuerdo, hace poco, una en concreto. La historia de una pingüina emperador de Pelo-Pico-Pata, o como quiera llamarse el programa, que, tras una herida en la aleta, había tenido que recibir atenciones especiales de su cuidador, y se había enamorado de éste. Así que cuando era hora de devolverla con sus amigos pingüinos ya pasado el tiempo, la pingünia se volvía y enterraba la cara en las piernas del cuidador, y le ponía su aletita en la rodilla. Hasta que se echaba al agua y la naturaleza podía con ella, y se iba nadando. Y el cuidador se queda llorando en la piedra.
O cuando una brillante tarde de junio una niña de cinco años me regaló su plastilina azul porque no encontró mejor forma de decirme que me quería.
Y, hace unos días, me arrebató la emoción y me llevó casi al borde de las lágrimas cuando vi el comic de Chuck Norris. Después de años de verle pegar patadas al aire que se quedaban a 35 cm. de la cara del supuesto Malo Maloso de turno en su serie. Después de asistir a ese movimiento freaky en internet al respecto de lo que podía o no podía hacer ("Chuck Norris puede dividir entre infinito"). Después de que mi alter-ego tuitero le dedicara su ya clásico: "Chuck Norris puede escribir tuiters de 141 caracteres" .... después de todo eso descubro el comic que encabeza esta entrada.
Les juro que hay mañanas francamente hermosas...
1 comentario:
Lo que siempre me conquistó de "Nuck Chorris" es su expresividad facial.
¡OSCAR HONORÍFICO YA!
Siempre mío,
Capitán Mazas.
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