jueves, 18 de septiembre de 2008

El salitre inevitable de la melancolía



Solicito la plaza vacante en tus alrededores.
Te detallo los conocimientos que puedo aportar.

Sé jugar al laberinto.
Conozco los resortes para desarmar al enojo.
Los antídotos para la mordedura del desencanto.
Las fiestas y cantinas para los arrabales de la tristeza.
Sé retirarme a tiempo
para mirarme íntegro al espejo tras la derrota.
Reniego de la tibieza mansa de la rutina,
del pensamiento escombro, acomodado, por entregas.
Sé cerrar los ojos cuando me besan.
Abrirlos cuando llueve.
Ir de la mano con los niños y confundirme entre ellos.
Perderme en las ciudades.
Elegir las bufandas hermosamente
y apreciar el aroma ocre de una despedida.

Aporto mis títulos de
Licenciado en el arte de construir Castillos en el Aire.
Añorador de Imposibles.
Volador en los Columpios.
Funambulista de Palabras.
Zahorí de Músicas.
Equilibrista del Abandono.
Dador de Alientos.
Admirador de la liturgia de la Nostalgia.

Como aspectos negativos a mi persona, confesaré que
soy incapaz de dormirme tras los temblores, pues el amor me desvela.
Que no voy por atajos porque le tengo querencia al camino.
Que no voy con prisa porque le tengo alergia a llegar a ninguna parte.
Que no aspiro a nada que se pueda comprar.
Que tengo inercia por girarme cuando no debo
y mirarte aunque nos convirtamos en estatua de sal.
Que tengo reservado el derecho de admisión a mis entrañas.
y un mal gusto manifiesto comprando calcetines.

Por todo lo expuesto,
me ofrezco a pasar la jornada completa en tus cercanías.
Me propongo entrarte despacio y hacerme inolvidable a tu cuerpo.
Aspiro a ejercer como navegante de la tiniebla.
Dispersador de tu bruma.
Procuraré llevarte a los lugares prohibidos
y devolverte sana y salva a tus sábanas,
manchada sólo por la brisa marina
y el salitre inevitable de la melancolía.

Y prometo mirarte mientras duermes
con el mismo cuidado
con el que un niño lleva un pájaro malherido
a refugio entre sus propias manos.

martes, 16 de septiembre de 2008

Pensamiento


Si pudiera escuchar lo que pienso, no lo escribiría.