Desde hace ya bastante tiempo, esta sociedad nuestra tira más hacia procurarnos generalidades que a practicar particularidades. El hecho de que algo lo haga la mayoría, le otorga un valor excepcional. Lo raro, lo extraño, lo distinto, o se repudia o se convierte en objeto de consumo freaky, que es una forma de masificación.
Te levantas por la mañana en una casa 5% tuya, 95% de tu banco, con el que te unen lazos más fuertes (150.000€) y más duraderos (30 años) que la mayor parte de las relaciones amorosas. Te levantas, digo, a unas prudentes 07:00 A.M. (las siglas son esenciales hoy día), con el termostato de la casa puesto a 23 grados centígrados. Bajas a tu garaje, te subes en tus 6 años de letras de coche, pones el climatizador bizona a 22 grados (el de la zona de ella a 24, hay que ver qué friolera) y pones rumbo a tu a dos horas de atasco de oficina. Aparcas, subes hasta tu mesa, confortablemente acondicionada como el resto de la oficina a 23 grados centígrados, vegetas, trabajas, trabajas, vegetas, trajetas, vebajas…
Comes con tus compañeros de trabajo en un restaurante franquicia de alguna cadena americana en un centro de ocio de las afueras con muchos más cines de los abarcables donde dan películas con menos guión que cualquiera porno. En el restaurante, a 25 grados, degustas la especialidad de la casa: charla repleta de lugares comunes y resultados futboleros (y F1, claro) de todo el fin de semana.
Trabajas más, coche (a 22), garaje (a 21), casa (a 23), gastar el tiempo hasta las 22:00, unos minutos de caspa televisiva, cena de microondas, serie americana poco creíble o española creyéndoselo menos. A la cama, leyendo dos páginas de cualquier libro regalado en una fecha señalada… (¡qué gran regalo es el libro, que hace sentirse intelectual al regalador y al regalado!).
Durante el fin de semana practicas algunos hobbies que te hacen mirarte con un puntito de orgullo (“yo escribo”, dices con un deje de modestia y rojura en la cara a tus compañeros de trabajo). Y así se va transcurriendo este engañabobos al que llamamos vida sin saber siquiera el tiempo que hace fuera de nuestra burbuja.
Y, claro, las casas, las oficinas, las carreteras, están preparadas para este tipo de vida. La vida “standard”. Sin rarezas. En cuanto la naturaleza se dedica a hacer su trabajo, tienes alertas rojas en decenas de comunidades, records de consumo de calefacción, gente envuelta en trapos como esquimales de diseño.
Y es ese momento precisamente el que adoro. Cuando las inclemencias del tiempo hacen irónicas todas nuestras esforzadas rutinas, agarro mi cámara y salgo a fotografiar esa señal de “No hagan fuego” en mitad de un campo con 40cm de nieve…
...aquella limitación de velocidad en un lugar donde ni con esquís irías más rápido...
...o, mi favorita, la que encabeza este post, esa señal de zona apta para minusválidos, en un lugar absolutamente intransitable, pero con la huella de una silla de ruedas...
Y es que sin ironía este mundo sería como una noche viendo "Escenas de Matrimonio" y sintiendo una obvia simpatía hacia aquellos que apalizaron a Jose Luis Moreno…
1 comentario:
¡Por todos los druidas de avalón!
Da la sensación de que se ha dado un paseo con su carrito, cargado con alguna partida extraviada de señales, para "sembrar" la ignominia en la foresta. Es un golpe bajo viniendo de una col.
Siempre mío,
Capitán Mazas.
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