miércoles, 21 de mayo de 2008
Bichito:
Te pido disculpas por el retraso en la correspondencia. Hemos tenido algún contratiempo con nuestro escriba habitual, Adolfo (el ciempiés más Golfo). Sí, sí, has oído bien. Ciempiés. Ya sé, no hace falta que me recuerdes, que a Adolfo le pone particularmente nervioso que le llamen ciempiés. Tiene 65 pares (130 pies). Todos calzan un 12 menos el segundo empezando por el lado izquierdo, tercer segmento. Ese pie calza un 14. Por los callos, dice él.
Bueno, el caso es que creo que no le importará mucho. Parece que ha pasado a otro plano. Je, eso tiene gracia. Ahora lo verás. Te cuento. Por lo visto ayer en la madrugada, Adolfo cruzó tarde la pradera, ya que había pasado la noche con, dos punto:
- Astolfa, la mariquita más Gol…osa (el tercio delantero, pies del 1 al 46), con
- Miluca, la oruga más Bruta (tercio central, pies de 47 al 98), y con
- Francisco, el escarabajo Arisco (tercio trasero, resto de pies), a quien había invitado a un néctar bien fresquito en el único hormiguero abierto que quedaba a esas horas, el Bicho Raro.
Pues volvía Golfo Adolfo de su ajetreada cita cuando se encontró con el pulgón Rigoberto, el Dueño del Huerto. Ya sabes que desde siempre se han llevado mal. Adolfo le llama “Chof” en atención al ruido que hacen cuando les pisan los gigantes-con-pies-tan-grandes-para-qué. Rigoberto no estaba para bromas hoy. Han fumigado a su Aurelia y dice que no hay quien coma con esa peste. Así que, en ayunas y aludido por el chof, soltó un par de exabruptos de los que dice estar profundamente arrepentido, que no corresponden a un pulgón de su renombre y apetito.
Adolfo se quitó setenta zapatos que tiró a Rigoberto, pero claro, estos rebotaron, cayendo en la madriguera de la araña Gunila, la que más moscas apila. Para empeorar las cosas resulta que Gunila calza un 22, cosa que la hace sentir tremendamente avergonzada y acomplejada desde pequeñita, y cuando le empezaron a llover zapatillas del 12, se echó a llorar con sus ocho ojos a la vez (dos de ellos a moco tendido). Esta mañana, más tranquila, nos ha contado que no sólo fue por lo de las zapatillas… para rematarlo, la situación le recordaba a su esposo y gran amor, la libélula (que ejercía de cartero) Ismael , para que vas tú si puede ir él. Ismael le tiraba piedritas a la madriguera para despertar a Gunila en su juventud… hasta que una noche, tras una fuerte discusión (volaron moscas), Ismael fue a ahogar sus penas en el panal de moda, el Rica Miel, y fue seducido por la mantis Arancha (te como y me quedo tan pancha). Gunila no lo volvió a ver, y se la tiene guardada desde entonces.
La araña Gunila (araña viuda desde que perdió a Ismael) lloraba desconsoladamente, increpando a la mantis Arancha, que había venido al escuchar tanto alboroto… porque Adolfo iba todavía por el zapato 45 y el pulgón Rigoberto se escondía tras la tortuga Ginebra (más corre una piedra), que padece de insomnio desde que sabe que es sonámbula y puede acabar boca arriba a poco que sueñe que la hierba acaricia su pequeño caparazón.
Pues si será mala suerte que la tortuga Ginebra esa noche había conciliado el sueño y se puso de un humor de muy señor mío al ser despertada, después de tantas noches en vela. Acto seguido se incorporó a la trifulca Daniel, la cigarra macarra, que estaba hecho un basilisco, ya que durante las pasadas 108 noches había frotado y frotado sus patas para que su rumorcito hiciera dormir a su buena amiga Ginebra y ahora se le había despertado y él con esas agujetas. La cigarra no paraba de decirle a la mantis Arancha “me he quedao con tu cara, listilla”, pero ella parecía estar tan pancha.
Todos estos hechos hicieron mella en nuestro responsable sereno, la luciérnaga Lucho (para las fiestas mola mucho), que viendo que estaban discutiendo a oscuras y que podían hacerse daño, se presentó ipso-facto en el lugar de los hechos para dar algo de luz al asunto.
Eso molestó sobremanera al murciélago Macías (prefiero las noches a los días) que hizo un vuelo rasante como muestra de repulsa ante el dominio de la luz sobre la oscuridad y, aprovechando la ocasión, hizo un buen par de piruetas, ya que ser piloto acrobático de pruebas en turno de noche es algo muy sacrificado
Tamañas hazañas arrancaron los aplausos del perezoso Santiago (como puedo ser tan vago) que por no hacer el esfuerzo de cerrar los ojos, estaba despierto. Bueno, realmente despertó EL aplauso.
Y claro, el ciempiés Adolfo, la mariquita Astolfa, la oruga Miluca, el escarabajo Francisco, el pulgón Rigoberto, la araña Gunila, el espíritu de la Libélula Ismael (Santa Termita lo tenga en su gloria), la mantis Arancha, la tortuga Ginebra, la cigarra Daniel, Lucho la luciérnaga, el murciélago Macías y el perezoso Santiago… despertaron a un gigante-con-pies-tan-grandes-para-qué, que salió a su porche gritando en su idioma incomprensible.
Todos huyeron en estampida exceptuando el Golfo Adolfo, que estaba intentado quitarse la zapatilla del 14 del pie con callos, el segundo empezando por el lado izquierdo, tercer segmento… pero se le había en-callado (je) y distraído como estaba fue aplastado por el pie del gigante, al que desde ese momento llamamos gigante-con-pies-corre-por-dios. Y de ahí eso de que Adolfo ha pasado a otro “plano” total de existencia, o ha pasado a la otra existencia totalmente plano.
Así que tenemos ahora un joven ciempiés en prácticas de escriba, Bernardo, que es tan jovencito que aún no tiene rima, ya se nos ocurrirá algo. El pobre sólo tiene 76 pies (calza un 9) y se las ve en figurillas para escribir cada página que le dicto, y de ahí mi retraso al escribirte.
Explicado esto, sólo decirte que la pradera continúa sin novedad. Esto es un aburrimiento. Aquí nunca pasa nada.
Afectuosos colores.
La mariposa Pilar (acodada en la barra del Bar)
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