A veces hablo conmigo.
Y te escucho.
Miro hacia la derecha en este caso,
o hacia la izquierda indiscriminadamente,
construyo cara de hacerme el interesante. Pienso nada.
Pero escucho. Me escucho. Y a ti.
Emprendo un discurso monocorde en clave de sí bemol.
No pasa nada y pasa todo.
Hago espacio en el mundo mío. Tu hueco desde el fondo del almario.
Me pregunto a tus oidos.
Me respondo con tu voz armada en son de paz.
Intercambiamos ojos. Manos. El calor.
Guapo porque dices guapo. Y tu voz.
Me armo a tu alrededor.
Y la calma.
lunes, 9 de junio de 2008
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