Paseando anteayer entre las pinceladas alargadas de los cuadros de Modigliani y los desnudos con peine de Chagall, me quedé parado frente a un cuadro distinto, urdido en blanco. Blanco de fondo. De forma. De concepción.
Sí. Lo sé. Todos los cuadros son en un principio blancos. Pero en este caso, lo que daba sentido a la pintura era lo que no había. Precipitadas sobre la tela, se colocaban las sombras con cuidado y aparecían figuras como paridas de un eclipse, recortes de siluetas hechas con las tijeras de punta roma de un crío.
El pintor se llama Foujita, y aunque japonés, pertenece a esa generación-locura que habitó el Montparnasse a principios del siglo pasado, cuando las putas posaron tanto y tan bien que el arte se convirtió en un catálogo de lencería con rasgones en las medias.
Esta forma de pintar con ausencia de luz recordaba a las palabras de “El elogio de la sombra” del también japonés Junichiro Tanizaki. En este pequeñísimo, precioso ensayo, se revelan algunos detalles de las diferencias entre oriente y occidente, aunque bien puede extrapolarse a todo lo que no es idéntico y uniforme.
Nos previenen contra todo lo que brilla.
Allí cuentan como una civilización se rige no por lo que enseña sino por lo que quiere esconder. Se explica que el desnudo es bello por la sombra que difumina el contorno. Que lo insinuado gana a lo preclaro. Que la imaginación es un instrumento cien veces más sutil y perfecto que cualquier ojo.
Que el secreto es bello.
Los ejemplos para sustentar cada afirmación nos pillan algo lejanos.
No hemos crecido entre las lacas pintadas de la ceremonia del té ni las caretas del teatro Nō.
Pero uno no puede evitar sumarse al mensaje que exhala todo el texto.
Abrir los ojos a otras bellezas. Olvidarse del heliocentrismo que nos agosta. Cambiar el prisma.
No se trata de enseñar nuestros juguetes al vecino que viene a vernos.
Se trata de dejarse deslumbrar por otras sombras distintas a las nuestras.
Que se escape, si quiere, nuestra sombra.
Se trata, sencillamente, de dar una tregua a Peter Pan.
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