Principio, nudo y desenlace. El coro de turistas domingueros de safaris que funcionan como un narrador colectivo a las mil maravillas, una especie de coro griego a la anglosajona. Y una historia que te engancha y te llena de emoción hasta el final... Un auténtico thriller.
Es el ganador de los premios "Youtube Video Awards 2007" en la disciplina de testimonios.
Vía pixelydixel.
viernes, 28 de marzo de 2008
jueves, 27 de marzo de 2008
Árboles
Me contó Mario hace mucho que le había contado su hermana acerca de una clase de botánica (o de anatomía) y un niño que alza la mano y pregunta:
"¿Y los árboles en qué lado tienen el corazón?"
"¿Y los árboles en qué lado tienen el corazón?"
Medidas para relegar al frío
Un libro que empiece en elaboradas letras capitulares.
Llevar en la mano una barra de pan recién hecho.
Un bolero cantado por Mayte Martín.
Los calcetines largos.
Una toalla recién salida de la secadora.
Un mensaje de texto del móvil con todas sus letritas, sin faltar una.
El perro que se te arrima al salir de casa como si te quisiera.
Cruzarse con alguien que te recuerda a tu compañero de pupitre del cole.
Un brote en la maceta que dabas por perdida.
La pintada en la pared con un diminutivo tierno.
Descubrir tus manías en el andar de los otros.
El tacto de la madera de un mueble sin barnizar.
Alguien escribiendo a mano en una Moleskine roja.
El “Buenos días” sonriente de quien reparte el periódico gratuito.
La espera plácida y sin prisa de un hombre en un paso de cebra concurrido.
Explotar burbujitas.
El viejo que se levanta para cederle su asiento a la jovencita con falda.
Oler un libro nuevo.
Toparte con alguien que canturrea “Moon River”.
Un verso de Gamoneda.
Oler un libro viejo.
Ver cómo un cartero le pone el sello con cuidado a una carta insuficiente.
El tendero que le da a probar a un niño un trozo de aquello que vende.
La sonrisa y la avaricia de ese niño.
El albañil que canta a Camarón.
Quitarle los plásticos protectores a las pantallitas de los electrodomésticos.
El tímido que lee en los metros por encontrar refugio, no por amor a la lectura.
La hora en la que se apagan las farolas de la ciudad porque se viene el día.
El que no puede callarse el piropo a la quiosquera.
Ese que se tropieza y se ríe de sí mismo.
El señor que devuelve el balón a los críos con ganas de quedarse.
Tu cara apareciendo encima de la cara de todas las mujeres.
lunes, 24 de marzo de 2008
Dar una tregua a Peter Pan
Paseando anteayer entre las pinceladas alargadas de los cuadros de Modigliani y los desnudos con peine de Chagall, me quedé parado frente a un cuadro distinto, urdido en blanco. Blanco de fondo. De forma. De concepción.
Sí. Lo sé. Todos los cuadros son en un principio blancos. Pero en este caso, lo que daba sentido a la pintura era lo que no había. Precipitadas sobre la tela, se colocaban las sombras con cuidado y aparecían figuras como paridas de un eclipse, recortes de siluetas hechas con las tijeras de punta roma de un crío.
El pintor se llama Foujita, y aunque japonés, pertenece a esa generación-locura que habitó el Montparnasse a principios del siglo pasado, cuando las putas posaron tanto y tan bien que el arte se convirtió en un catálogo de lencería con rasgones en las medias.
Esta forma de pintar con ausencia de luz recordaba a las palabras de “El elogio de la sombra” del también japonés Junichiro Tanizaki. En este pequeñísimo, precioso ensayo, se revelan algunos detalles de las diferencias entre oriente y occidente, aunque bien puede extrapolarse a todo lo que no es idéntico y uniforme.
Nos previenen contra todo lo que brilla.
Allí cuentan como una civilización se rige no por lo que enseña sino por lo que quiere esconder. Se explica que el desnudo es bello por la sombra que difumina el contorno. Que lo insinuado gana a lo preclaro. Que la imaginación es un instrumento cien veces más sutil y perfecto que cualquier ojo.
Que el secreto es bello.
Los ejemplos para sustentar cada afirmación nos pillan algo lejanos.
No hemos crecido entre las lacas pintadas de la ceremonia del té ni las caretas del teatro Nō.
Pero uno no puede evitar sumarse al mensaje que exhala todo el texto.
Abrir los ojos a otras bellezas. Olvidarse del heliocentrismo que nos agosta. Cambiar el prisma.
No se trata de enseñar nuestros juguetes al vecino que viene a vernos.
Se trata de dejarse deslumbrar por otras sombras distintas a las nuestras.
Que se escape, si quiere, nuestra sombra.
Se trata, sencillamente, de dar una tregua a Peter Pan.
Sí. Lo sé. Todos los cuadros son en un principio blancos. Pero en este caso, lo que daba sentido a la pintura era lo que no había. Precipitadas sobre la tela, se colocaban las sombras con cuidado y aparecían figuras como paridas de un eclipse, recortes de siluetas hechas con las tijeras de punta roma de un crío.
El pintor se llama Foujita, y aunque japonés, pertenece a esa generación-locura que habitó el Montparnasse a principios del siglo pasado, cuando las putas posaron tanto y tan bien que el arte se convirtió en un catálogo de lencería con rasgones en las medias.
Esta forma de pintar con ausencia de luz recordaba a las palabras de “El elogio de la sombra” del también japonés Junichiro Tanizaki. En este pequeñísimo, precioso ensayo, se revelan algunos detalles de las diferencias entre oriente y occidente, aunque bien puede extrapolarse a todo lo que no es idéntico y uniforme.
Nos previenen contra todo lo que brilla.
Allí cuentan como una civilización se rige no por lo que enseña sino por lo que quiere esconder. Se explica que el desnudo es bello por la sombra que difumina el contorno. Que lo insinuado gana a lo preclaro. Que la imaginación es un instrumento cien veces más sutil y perfecto que cualquier ojo.
Que el secreto es bello.
Los ejemplos para sustentar cada afirmación nos pillan algo lejanos.
No hemos crecido entre las lacas pintadas de la ceremonia del té ni las caretas del teatro Nō.
Pero uno no puede evitar sumarse al mensaje que exhala todo el texto.
Abrir los ojos a otras bellezas. Olvidarse del heliocentrismo que nos agosta. Cambiar el prisma.
No se trata de enseñar nuestros juguetes al vecino que viene a vernos.
Se trata de dejarse deslumbrar por otras sombras distintas a las nuestras.
Que se escape, si quiere, nuestra sombra.
Se trata, sencillamente, de dar una tregua a Peter Pan.
domingo, 23 de marzo de 2008
Chisgarabís
He leído la palabra "chisgarabís" y no he podido evitar sonreir por dentro.
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miércoles, 19 de marzo de 2008
Sobrellevar nuestra parte de oscuridad
… como escribía Emily Dickinson a su amigo dolor, entrañable dolor.
En eso, nos dicen, consiste básicamente el juego...
Primero. unos años donde ser niño y jugarse la vida a las canicas, a no hacer cálculos sobre las cosas e ir a los sitios corriendo porque sí.
Luego nos suceden unos pocos días de besos primerizos y simples, que nos supieron a poco entonces y a final de Casablanca ahora, cuando la memoria nos estafa.
Recibir unas heridas. No muchas, las normales y justas de cualquiera.
Te aseguran que llega un tiempo en el que uno sigue sintiéndose por dentro luminoso, casi un hallazgo milenario a punto de ser descubierto en cuanto llegue su momento.
Y su momento pasa, claro.
Te cuentan que un día verás con claridad que los sueños que nos parecían factibles lo eran por lo que tenían de lejanos, no por nuestra capacidad o don para la maravilla.
Reiteran que lo que procede es construirnos el parapeto de excusas para seguir mirándonos al espejo con cierta simpatía.
Un sucedáneo de nosotros. Un simulacro.
Y, finalmente, nos sugieren que hemos de encaramarnos dócilmente a la rutina elegida. La que nos resulte más cómoda. La que mejor nos plazca.
Así que me reconozco aliviado al ver este cartel de “No soñar” por las calles de Madrid. Y no porque esté en desacuerdo con todo aquello que nos dicen. No. Más bien es que creo que tomárselo con sentido del humor es la mejor de las venganzas.
martes, 18 de marzo de 2008
lunes, 17 de marzo de 2008
Abriendo fuego...
¿Y volamos?
¿Y creemos?
¿Aún creemos, quiero decir? Como preguntaba Evita, doliendo con una sonrisa.
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